Un texto de Celia Viñas sobre la Cofradía de los Estudiantes

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Celia Viñas vivió muy de cerca los primeros pasos de la Cofradía de los Estudiantes. Así lo atestigua este texto de 1946 y que probablemente permaneció inédito hasta 1995, año en el que se publicó bajo el título De esto y aquello junto con otros artículos recopilados por Arturo Medina, esposo de Celia.

Transcribimos el artículo para que todos los hermanos Estudiantes podamos disfrutarlo. En él podremos observar un par de curiosidades como que Celia es la primera que llama al Señor de la Oración «el maestro» y que invoca a nuestra Virgen como la Virgen del «Amor Hermoso».

La Cofradía de los Estudiantes. La Oración del Huerto, Virgen del Amor Hermoso y la Esperanza.

“Y dicho el himno salieron hacia el monte de los Olivos –Todos os escandalizaréis de mí esta noche; porque está escrito. Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas… Pero después que resucitara os precederé en Galilea.

Las hojillas de los olivos acuchillan tanto y tanto silencio con su plata antigua. El Señor siente pavor y tedio con tristeza del alma hasta la muerte. Las sombras de los Olivos son tristes…

Y duerme Pedro con peso de piedra y Santiago con fortaleza de espada y Juan con sueño de aguilucho. Uno pegado amorosamente a la tierra, tierra mansa de la noche, húmeda y silenciosa, Santiago pronto al salto la mano sobre la empuñadura de una espada en futura milicia y victoria, el Evangelista caído levemente del cielo como un apluma aun en vuelo cansado, en el fondo de sus ojos la visión del Apocalipsis… ¿Y los demás? ¿Dónde están los demás? Dormirán también con actitudes de corderos, de pájaros de flores “porque sus ojos están cargados de sueño”

– “Simón ¿duermes? ¿No has podido velar una hora? Velad y orad porque no entraréis en tentación. El espíritu a la verdad está pronto, pero la carne es enferma”

El Señor solo, más solo que en la cruz, “dando unos pasos más adelante cayó en tierra”. Era en el huerto de Getsemaní. La oración del Huerto. Próximo el Prendimiento.

Y en la Semana Santa almeriense, el estudiante:

– Deja, Señor, que te acompañe que si canta el gallo no te niegue por cuarta vez. Ayúdame tú, Señor solo, por mi carne enferma que mi espíritu está pronto a la verdad. La mancha de mis negra culpas sea túnica de penitencia noche oscura del alma, la roja seda de mi pecado ya llama de amor vivo, el árbol de mis deseos, hermoso como un ídolo pagano, abrazo y cruz, sea para siempre dulcísimo peso sobre mi hombro, y mis pasos, calle de la Amargura. Me olvidé de las rosas, de la paloma, del mar, de la circunferencia y el silogismo, de los sonetos y la clave de fa. Sólo, solamente tú, Señor solo, eres hermoso. En tu futura muerte, hermosura que no muere, solo Señor en la noche de Miércoles Santo, húmeda y silenciosa. Despiértame de mi sueño de muerte. Mi cuerpo es Lázaro bajo las bandeletas terribles, no mi alma, hija de Jairo, fría e inmóvil. Que no duerme, Señor, arranca mis párpados y vea yo como el ciego del camino. La Virgen del Amor Hermoso y la Esperanza me valga que entonces mi alma será blanca como esposa de auto sacramental, virgen prudente que vendrá a ti en la noche. Esposo, con la lámpara encendida y un ramo de verde paz. Blanco y verde. Se cerrará la puerta pero ya estaremos contigo ungidos con óleo de alegría que el Rey se ha prendado de la blanca hermosura del alma –el señor tu Dios, alma-.

Más el Señor aún está solo. –“¡Padre! Todo te es posible, traspasa de mí este Cáliz, pero no se haga lo que yo quiero sino lo que tu quieras”.

Por eso nuestra juventud estudiosa acompaña al Señor con túnica negra y capirote encarnado. Una cruz de madera sobre la espalda. Con la Virgen del Amor y la Esperanza blanca túnica y verde capirote, una vela encendida en la mano.

Su Señor es el maestro que encontró dormidos a sus discípulos los mejores, y su  Virgen la del Amor Hermoso Virgen sola de delicada tristeza –sombra de plata de unos olivos a quien acompañamos con Gerardo Diego, profesor y poeta

¿Dónde está ya el mediodía

luminoso en que Gabriel

 desde el marco del dintel

 te saludó: -Ave, María?

 Virgen ya de la agonía,

 tu Hijo es el que cruza ahí.

 Déjame hacer junto a ti

 ese augusto itinerario.

 Para ir al monte Calvario,

 cítame en Getsemaní.

Almería, 1946