Don Andrés Pérez Molina: Presbítero velezano

por José Antonio Llebrés Motos

1486

Don Andrés Pérez Molina nació en el término municipal Vélez Rubio en 1908 y falleció en Almería en el año 2003. Enterrado en la Catedral de Almería, en su lápida figura tras su nombre como primera inscripción la de “Presbítero Velezano”.  Quiso anteponer ante todo que fuera recordado como sacerdote velezano. Aunque su largo ministerio lo ejerció mayormente en Almería, siempre llevó en el corazón a la tierra que le vio nacer, que le correspondió nombrándole Hijo Predilecto de Vélez Rubio.

Nació en la cortijada de Los Gázquez, siendo su padre don Antonio Pérez Sánchez, natural de Santa María de Nieva, y su madre doña Concepción Molina Túnez, natural y vecina de Los Gázquez. Tuvo la influencia de su tío el sacerdote don Juan Molina Túnez, que formó parte de los Esclavos de la Divina Infantita, cuya orden tenía el noviciado en una finca de Los Gázquez.

Tiempo de formación y estudio

Inició sus estudios en el seminario de Murcia, dada su cercanía y mejor comunicación con Vélez Rubio, donde cursó los tres primeros años, pasando al seminario San Indalecio de Almería, situado en la Plaza de la Catedral en las instalaciones que años después, en 1953, sería el Colegio Diocesano, ya en esa época un vetusto y viejo caserón, pero cargado de historia de generaciones de seminaristas. Sus óptimas calificaciones hicieron que en 1927 fuera enviado a Roma a continuar sus estudios en la Pontificia Universidad Gregoriana, donde se graduó en Derecho Canónico y obtuvo el doctorado de Filosofía y el de Teología. Fue ordenado sacerdote en Roma por el cardenal Segura en 1932.

Año 1944. Claustro de profesores del Instituto de Enseñanza Media de Almería con el obispo don Enrique Delgado, (en el centro), a su izquierda don Andrés Pérez Molina y la derecha del obispo el director del Instituto don Francisco Saiz Sanz, catedrático de matemáticas. (Archivo Instituto de Enseñanza Media)

Aunque en los papados anteriores ya existía un incipiente movimiento de la Acción Católica, se considera que fue el papa Pío XI el auténtico organizador e impulsor, época que coincidió con los estudios de don Andrés en Roma, por lo que, a lo largo de su vida, se dedicaría a su implantación y difusión como uno de los principales objetivos de su sacerdocio, siendo nombrado Consiliario Diocesano de Acción Católica, de hecho es el escudo de la Acción Católica el que figura en la cabecera de su lápida.

Año 1946. Profesores y alumnos del último curso del Instituto de Enseñanza Media. Sentado en el centro don Andrés Pérez Molina y a su derecha el director del Instituto don Francisco Saiz Sanz. La foto está tomada en el patio del edificio que hoy es Escuela de Artes. (Archivo Antonio J. Artero Delgado)

Enseñanza y ministerio

Su primera parroquia como coadjutor fue la de Ntra. Sra. del Rosario en Roquetas de Mar. Su vocación a la enseñanza y dedicación a los jóvenes le llevó en 1934 a ser nombrado catedrático de Filosofía del Seminario de San Indalecio de Almería y en 1939 obtuvo la cátedra de Religión en el Instituto de Enseñanza Media de Almería, en aquel entonces situado en el edificio situado en la actual Escuela de Artes y Oficios, junto a la iglesia de la Virgen del Mar. Colaboraba activamente con el diario católico La Independencia.

Don Andrés Pérez Molina, segundo por la derecha, en la primera misa de don Pedro Ruiz Navarro. Vélez Rubio 1954. (Colección María Ruiz Navarro)

Tras la guerra civil, volvió a impartir clases de Religión en el Instituto. En 1940 es nombrado canónigo de la Catedral. En esos años se distinguió por su amplia participación y colaboración con el Auxilio Social, del que fue nombrado delegado provincial. Fue profesor de Cultura Religiosa en la Universidad Laboral de Sevilla, en el año de su fundación, durante el curso 1956-57, donde fundó la Hermandad de la Virgen del Mar, filial de la de Almería. En 1960 el obispo don Alfonso Ródenas lo nombra vicario general de la diócesis, como tal hace las funciones de auxiliar del obispo con todas las atribuciones que le son inherentes, cuyas actuaciones le hacen ganar en prestigio y reconocimiento.

Texto complementario:

El estancamiento de las relaciones entre el Vaticano y el régimen de Franco, 1965-66

El obispo don Alfonso Ródenas murió en Madrid en noviembre de 1965, cuando volvía de una de las sesiones del Concilio Vaticano II. Su sucesor sería don Ángel Suquía Goicoechea, pero no se produciría de inmediato, sino que el nombramiento tardó más de ocho meses. Esto era debido al estancamiento de las relaciones del Vaticano con el régimen de Franco, por dos motivos: 
 
– Por un lado el Concilio Vaticano II en sus últimas sesiones promulgaba la libertad religiosa y era contrario al derecho de presentación de obispos, privilegio éste medieval de los reyes absolutistas, contemplado no obstante en el Concordato de 1953 entre la Santa Sede y el gobierno de España y firmado por ambas partes, con categoría de tratado internacional.
 
– El otro motivo era la poca simpatía que el papa Pablo VI tenía al régimen de Franco (1) , entre otras cosas se decía porque el padre del pontífice había sido perseguido por el fascismo italiano, cosa que aquí no comprendían al considerarse diferenciados y desligados de aquel sistema. Pablo VI escribió a Franco para revisar las relaciones con la Santa Sede, lo que significaba la revisión del Concordato de 1953 y la renuncia del Estado español al privilegio de presentación de obispos (2) . Franco se negó a tal renuncia alegando que había un Concordato vigente y pedía un nuevo Concordato en donde se pudiera abordar el tema. La Santa Sede no deseaba nuevo concordato o acuerdo con el gobierno de Franco, de esta forma nadie cedía, llegando a un punto muerto y tensándose cada vez más las relaciones. Hubo manifestaciones de falangistas en Madrid contra el Papa, incluso Emilio Romero en el diario Pueblo llegó a llamarle “Tontini”, en vez de su apellido de Montini (3). Todo esto da una idea de la situación.

Vicario capitular

Cuando se prevé que por cualquier circunstancia se va a tardar en nombrar obispo, el Papa nombra un administrador apostólico, que suele ser otro obispo de una diócesis cercana, tal como ocurrió en 1934, que fue nombrado por la Santa Sede  el obispo de Guadix don Manuel Medina Olmos y que lo ejerció durante un año hasta la toma de posesión de don Diego Ventaja Milán, ambos hoy beatos, como se sabe,  tras ser detenidos, vejados y finalmente asesinados el 30 de agosto de 1936 en el barranco del Chisme, en el kilómetro 22 de la carretera de Almería a Málaga. Pero a la muerte de don Alfonso Ródenas, y dadas las circunstancias de las relaciones con la Santa Sede,  ni siquiera se nombró administrador apostólico. En estos casos el Cabildo Catedralicio tiene que nombrar a un vicario capitular. Este tienen jurisdicción episcopal en la diócesis, teniendo los mismos derechos y obligaciones que el obispo, salvo ordenar sacerdotes, incluso con derecho a usar báculo pastoral, es decir, se trata de un obispo en funciones, que además la Santa Sede aunque no lo nombre tiene que confirmarlo.

Don Andrés Pérez Molina fue elegido por unanimidad vicario capitular, cargo que ocupó durante más de ocho meses, y como tal asistió junto al resto de los obispo del mundo representando a la diócesis de Almería a las dos últimas sesiones del Concilio Vaticano II. A la toma de posesión don Ángel Suquía como obispo cesó don Andrés como vicario capitular. Fue el 16 de julio de 1966, celebración de la festividad de la Virgen del Carmen, día que eligió don Ángel para su consagración en memoria del obispo mártir don Diego Ventaja, que había hecho su entrada solemne el día de la Virgen del Carmen de 1935.

La consagración de D. Ángel Suquía como obispo de Almería

Don Andrés Pérez Molina coronando a la Virgen del Amor y Esperanza. 1984
(Foto Manolo Martínez)

Como cosa curiosa quiero reseñar que, hasta el Concilio, como norma general los obispos eran consagrados en su lugar de residencia por el obispo de esa localidad y después hacían su entrada solemne en su nueva diócesis.  Solamente un obispo de Almería había sido consagrado en nuestra ciudad y fue en la primera reconquista por Alfonso VII, junto con los catalano-aragoneses y genoveses en 1147, en donde los obispos que tomaron parte en la conquista, declarada Cruzada por el Papa, consagraron a un benedictino de nombre Domingo. Pues después de eso, y lo largo de los siglos, el siguiente obispo que fue consagrado en Almería fue don Ángel, siendo el mismo día su entrada y consagración. Don Andrés, de forma eficaz, a tenor de los comentarios de la prensa, fue el organizador del brillantísimo acto. Se montó el altar en la Plaza Circular y se cubrió a todo lo largo el Paseo con bancos y sillas acotando sectores por parroquias, que con un sistema de megafonía pudieron seguir la ceremonia y después ver al obispo que hizo un recorrido por todos los lugares bendiciendo a los asistentes en una incesante gloria de aplausos.
Aquel mismo día, don Ángel Suquía confirmó a don Andrés como vicario general,  cargo que ejerció durante todo su obispado.

A punto de ser nombrado obispo

Unos años antes de ser nombrado vicario capitular don Andrés estuvo a punto de ser nombrado obispo de Córdoba, pero no llegó a serlo por “una buena obra” de Juan XXIII para favorecer a otro. Después hubo la tirantez de relaciones con la Santa Sede a que antes me he referido y el parón en los nombramientos y, cuando se produjo la posterior distensión, don Andrés ya no fue propuesto, había “perdido el tren” en beneficio de otras corrientes de influencia, pero él nunca se quejó ni lo hizo público. A tenor de las fuentes consultadas de primera mano esto fue lo que ocurrió.

Nos situamos en el año 1959, bajo el pontificado de Juan XXIII, quien al visitar a los miembros de la Secretaría de Estado vio que don Manuel Fernández-Conde, natural de Puertollano, llevaba allí muchos años. En realidad llegó a Roma para su formación eclesiástica con 18 años y vivió allí durante 31 años, teniendo una gran formación diplomática en servicio del Vaticano. Según las fuentes consultadas no queda claro si él le pidió al Papa que lo trasladara a España en la primera vacante o si el Papa en un acto de bondad pensó que ya era hora de que volviese a su tierra, aunque parece ser que esto último fue la más probable, puesto que una vez en España, pasado algún tiempo, confesaba que echaba de menos Roma.

Para la prerrogativa de presentación de obispos por del Jefe del Estado primero se formaban una lista de nombres de acuerdo con el Ministro de Asuntos Exteriores y el Nuncio de Su Santidad que se enviaba a Roma para su retoque si fuera necesario, sin que en la práctica se modificara casi nunca. Seguidamente, el Papa enviaba a Franco la terna definitiva, de la cual elegía éste a uno de entre los  tres propuestos para obispos, que era de nuevo enviado al Papa para su nombramiento. El primer nombre de la lista era don Andrés, pero Juan XXIII lo que hizo fue que se pusiera en cabeza a don Manuel Fernández-Conde. Al llegar la terna a Franco se limitó a aceptar y  proponer el primer nombre, con lo que don Andrés quedó excluido por un bondadoso capricho del destino y don Manuel Fernández-Conde nombrado obispo de Córdoba.

Deán de la catedral y prelado doméstico de Su Santidad

Además de ser vicario, era tal su prestigio como intelectual eclesiástico y como hombre de paz que en 1967 don Ángel lo nombra deán de la Catedral y como tal será el presidente el Cabildo Catedralicio, órgano formado por todos los canónigos. Pero es más, tal era la sintonía que tenía con el obispo y el aprecio que éste le tenía por su valía y sapiencia que en 1969 con motivo de uno de sus viajes a Roma don Ángel obtiene para su vicario y deán  el nombramiento de prelado doméstico de Su Santidad. Este es un título honorífico que concede el Papa a los sacerdotes como agradecimiento en reconocimiento de méritos y servicios, (en la actualidad su nombre es prelado de honor de Su Santidad). Aparte de la veneración entre los miembros del clero, este título confiere una vestimenta especial en las ceremonias eclesiásticas, que don Andrés no quiso utilizar, solo utilizó dichas vestiduras animado por su círculo de sacerdotes en dos ocasiones, una fue con motivo del cincuenta aniversario fundacional de la Cofradía de Estudiantes, al que asistieron tres obispos: don Ángel Suquía, el Padre Méndez y don Rosendo Álvarez, obispo de Almería, y otra con motivo de sus bodas de oro sacerdotales.

De izq a dcha: don Juan López Martín, Canónigo Archivero de la Catedral; don Andrés Pérez Molina; don José Antonio Llebrés, autor de esta colaboración; don José María Javierre, sacerdote, periodista y conocido orador afincado en Sevilla; don José Luis Cantón, Hermano Mayor de la Cofradía de Estudiantes. Año 1994. (Foto Manolo Martínez)

Entre las prerrogativas de los prelados domésticos está el derecho a uso de escudo de armas, (así se llama), igual que en los obispos, y a ser llamado “reverendo monseñor”. Por supuesto conociendo a don Andrés en su bondad, cercanía y humildad y además su gran humor, del que hacía gala siempre que era procedente, nunca usó estás prerrogativas ni permitió que se dirigieran a él de tal forma, si acaso solo ocurrió en alguna carta oficial procedente del Vaticano o de la jerarquía eclesiástica.

De entre todas las obras de su incesante actividad son de destacar el impulso para la fundación de Cáritas Diocesana de quien fue consiliario y la fundación de la emisora Radio Popular Almería, inaugurada en 1968

Don Ángel Suquía fue nombrado obispo de Málaga, tomando posesión en enero de 1970, en su imparable carrera desde donde pasó a ser arzobispo de Santiago, de ahí a la archidiócesis de Madrid, siendo elegido presidente de la Conferencia Episcopal en 1987. De nuevo don Andrés es elegido vicario capitular, que ocupó mientras la diócesis estuvo vacante hasta mayo de 1970, con el nombramiento de don Manuel Casares Hervás, confirmándole éste como vicario general.

En mayo de 1982 don Andrés celebró sus bodas de oro sacerdotales, presidiendo la eucaristía el arzobispo de Granada don José Méndez Asensio, otro ilustre velezano, muy querido por don Andrés por su larga trayectoria juntos. Ya tenía la cruz de la Orden de San Raimundo de Peñafort y con esta ocasión se le concedió la medalla de Alfonso X el Sabio. Nunca se le vio lucir esas distinciones.

Texto complementario

El Ayuntamiento de Almería, a mediados de los años 70, le dedicó una plaza con su nombre, situada entre las confluencias de las calles Artés de Arcos y Hermanos Machado. ─ Uyyyy, si no yo quería, ─me dijo don Andrés cuando se lo recordé─, si cuando me enteré llamé al concejal y le dije que de eso ni hablar, que no lo aceptaba bajo ningún concepto. Al instante me llamó el alcalde y me dijo con muy buenas maneras que ya había sido aprobado en pleno y que ahora que se iban a hacer…, en fin que por no hacer un feo acepté a regañadientes…, pero que yo ni necesito ni quiero ninguna plaza a con mi nombre.

La Cofradía de Estudiantes

Cincuenta Aniversario Fundacional de la Cofradía de Estudiantes, año 1994. Virgen del Amor y Esperanza vestida de hebrea.
Delante de izq a dcha: don José Guerrero, párroco de la Catedral; don Juan López Martín, Canónigo Archivero de la Catedral; don Andrés Pérez Molina, Capellán Mayor de la Hermandad; don Lucas López; don Antonio Romera y don Esteban Belmonte, actual párroco de S. Pedro.
Detrás de izq a dcha: antiguos Hermanos Mayores: don Andrés García Lorca, don José Luis López-Gay, don José Luis Cantón, (Hermano Mayor en ese momento) y don Luis Orts Lázaro. (Foto Manolo Martínez)

Corría el año de 1944, cuando en la mañana del Jueves Santo un grupo de antiguos alumnos del Instituto de Enseñanza Media, estudiantes en la Universidad de Granada, se reunieron con el director del Instituto, don Francisco de Asís Saiz Sanz, para expresarles su deseo de formar una cofradía en Almería con los estudiantes de la ciudad. Aquella misma tarde se pusieron en contacto con don Andrés Pérez Molina, vicecanciller del Obispado, profesor de Religión del Instituto y director espiritual de la cofradía conocida como del Encuentro. Don Andrés no solo se mostró entusiasmado, sino que consiguió que en la mañana del día siguiente, Viernes Santo, fueran recibidos por el obispo don Enrique Delegado para pedirle su autorización, el cual, ante el aval de don Andrés, accedió de buen grado. Desde ese momento don Andrés estaría unido durante toda su vida a esta Hermandad, conocida como la Cofradía de Estudiantes, y mientras ejerció como director espiritual de la misma participaría todos los años en los desfiles procesionales de la Cofradía acompañando a Ntro. Padre Jesús de la Oración en el Huerto y a Ntra. Sra. del Amor y Esperanza. Don Andrés vio desde el primer momento a la Cofradía como un instrumento para hacer catequesis entre los jóvenes. En 1962, dadas sus ocupaciones en la diócesis, cedió el testigo al canónigo archivero de la Catedral don Juan López Martín, uno de sus más queridos discípulos, quedando él como capellán mayor hasta su fallecimiento.

Miércoles Santo de 2003. El paso del Cristo de la Oración en el Huerto hace una parada ante la casa de don Andrés, en la calle Real. El Cristo con la cara levantada tiene su mirada fija clavada en el balcón, donde se encuentra su hermana y allegados. Don Andrés a punto de salir es llamado: ¡El Señor, el Señor ya está aquí, nos está mirando!. Una comisión subirá a presentar sus respetos a don Andrés que emocionado la recibe. Fallecería unos meses después. (Foto Carlos Felipe Ortiz. Cartel de Semana Santa de la Cofradía Estudiantes de 2004)

Hasta tal punto amó a la Hermandad que pidió se le enterrase lo más cerca posible de la Virgen de la Esperanza. En los últimos años de su vida, durante la noche de Miércoles Santo, al pasar la Cofradía de Estudiantes ante la casa don Andrés, en la esquina de  calle Real con el Parque, los pasos del Cristo de la Oración en el Huerto y de la Virgen de la Esperanza paraban frente a su balcón, mientras una comisión, entre las que figuraban el consiliario y el hermano mayor, subían hasta su casa a mostrarle sus respetos. El venerable anciano se transformaba y sus ojos brillaban de alegría y según sus palabras “se rejuvenece mi corazón”. Todas las tardes de Miércoles Santo, cuando la Cofradía de Estudiantes va a hacer su salida procesional, en señal de recuerdo y respeto, unas rosas adornan la tumba de don Andrés.

Su tumba y el entorno

Don Andrés quería que se le sepultase, como ya se ha dicho, lo más cerca de la  Virgen de la Esperanza, titular de la Cofradía de Estudiantes, a la que estuvo unido desde su fundación, siendo consiliario y, posteriormente, capellán mayor hasta su fallecimiento.

En la cabecera de su lápida el escudo de Acción Católica. Quiso que se le recordara en primer lugar como Presbítero Velezano (Foto José A. Llebrés)

Desde 1945, año siguiente de la fundación de la Cofradía, las imágenes de la  Oración en el Huerto y de la Virgen de la Esperanza estuvieron en la llamada capilla del Ntra. Sra. del Carmen, nombre éste anterior a la guerra civil, situada en la nave derecha de la Catedral. Al principio de la década del año 2000 el Cabildo decidió convertir dicha capilla en baptisterio, como lo había sido desde su construcción en el siglo XVII hasta 1936, instalando en ella la pila bautismal y ordenando el traslado de las imágenes a la capilla de San Ildefonso en la misma nave.

Trascoro de la Catedral. A nuestra derecha, en el suelo se encuentra la tumba de don Andrés. (Foto José A. Llebrés)

Su sepultura se encuentra en el trascoro de la Catedral, a pocos metros de ambas  capillas, cumpliéndose así su deseo, para lo cual se necesitó la pertinente autorización del obispo y del Cabildo. Su sepultura, a ras de suelo con una sencilla lápida, se encuentra en la parte derecha del trascoro de la Catedral, un conjunto monumental consistente en una preciosa obra compuesta de retablo y altar en mármol rojo de Macael con jaspes negros e incrustaciones de falsas ágatas meladas, (de color miel), y alabastro, que data de 1772, proyectada por Ventura Rodríguez y realizada por el granadino arquitecto entallador Eugenio Valdés. En su hornacina central, una preciosa Inmaculada de mármol blanco y a ambos lados las imágenes de Sto. Domingo de Guzmán y S. Juan Nepomuceno del mismo noble material, del escultor granadino Juan Salazar Palomino.

Si honesta y sencilla fue la vida de don Andrés, a pesar de todos sus cargos y distinciones, no se pudo elegir mejor monumento para su reposo que recuerda la magnificencia de la Gloria. Cuando se visita la tumba de don Andrés, no solo se habla de su vida, sino de  la historia del monumento junto al que reposan sus restos, conjunto monumental que se salvó dos veces de la destrucción por auténtico milagro: cuando el día 21 de julio de 1936 grupos de exaltados quemaron prácticamente todos los templos, monasterios y conventos de la ciudad, la catedral fue uno de los pocos que se salvó del incendio al haber sido convertida en almacén de abastos (4), donde ya entraban los carros y camiones llevando víveres . La segunda vez que se salvó este monumento fue en la madrugada del Jueves Santo del 4 de abril de 1996, cuando se produjo el pavoroso incendio que provocó la destrucción completa de los pasos de Ntra. Sra. de la Merced y el Cristo de Medinaceli y parte del paso del Prendimiento.

Una céntrica plaza lleva el nombre de Vicario Andrés Pérez Molina, desde mediados de los años 70 (Foto José A. Llebrés)

Texto complementario: En recuerdo del buen padre (**)

Recuerdo aquellas tardes anochecidas de principios del mes de diciembre, justo pasadas las siete y media, aparecía don Andrés, con su impecable sotana, por la Casa de Hermandad. Entraba, saludaba a los pocos que estábamos a esa hora, pasaba hasta el final, mirándolo todo, especialmente el manto de la Virgen, con los ojos muy abiertos y mirada de felicidad.

 ─¿Tú cómo te llamas de apellido?  ─me preguntaba siempre.
─ Me llamo…
─¡Ah!, yo tuve en el Instituto varios alumnos con ese apellido, ¿son hermanos o primos tuyos?…
─¿Don Andrés, se va usted solo?, ¿quiere que le acompañemos? –¬¬le decíamos.
 ─No, yo voy bien, no necesito que vengáis, vosotros seguid aquí trabajando ─nos respondía.Eran tardes oscuras, como boca de lobo, desapacibles y frías, casi sin un alma a esas horas. Don Andrés venía de la Catedral, paraba unos instantes en nuestra Casa de Hermandad y seguía hacia la calle Real para su casa.
─Pero vamos a ver, don Andrés, no se vaya usted por la calle esa (Solís), que es mala hora, por lo menos váyase por la plaza (Masnou) que hay más gente. 
─La Virgen viene conmigo y no puede pasar nada que ella no quiera –respondía jovial.
─Sí pero… a pesar de todo hay cierta gente rara por ahí… y debe llevar cuidado ─le decíamos.
 ─Pues mirad lo que me pasó el otro día, ─empezaba don Andrés─ iba yo un poco más tarde por la calle esa y me salió un hombre joven, con unos pelos… y sin afeitar, con los brazos al aire con unos tatuajes… , se me pone delante y me dice:
─Deme usted veinte durillos que me hacen farta pa irme pa Graná. (Don Andrés para dar más énfasis imitaba al hombre).
─Hijo mío ─continuó don Andrés─ yo solo te puedo dar quince pesetas, que es lo que llevo.
─¿Na más?. 
─Nada más, ─le respondió don Andrés, y añadió─ que sepas que yo no te tengo miedo ni a ti ni a nadie porque no voy solo, voy con el Señor y la Virgen, que esos valen más que toda la policía del mundo. 
─Ah bueno… ─murmuró el pedigüeño un poco arrugado.
Don Andrés seguía contando: A las dos o tres noches siguientes paso otra vez y allí estaba el mismo:
─Padre cura deme usted veinte durillos que me tengo que ir pa Graná.
─Pero hijo, ─le dijo don Andrés paternalista─ ¿es qué todavía no te has ido?.
─ No padre, es que no he conseguio er dinero.
─Vamos a ver, hijo, ─siguió don Andrés─ ¿qué vale el billete “pa tu Graná”?
─Unas quinientas pesetillas, ─dijo el hombre─ pero no las saco y es mejor pedirlas que robar, ¿no?
─Mira hijo, ─le dijo don Andrés─ yo solo puedo darte esta noche cincuenta pesetas.
─Bueno… ─respondió.
A la noche siguiente ─contaba don Andrés entre risas─ otra vez estaba allí el hombre. ¡Ya amigos!.
─Güenas noches, padre cura, que toavía no he reunío er dinero der billete…, si hoy me quiere ayudar con argo, que a ver si me puedo ir…
─¡Vamos a ver, hijo!, ─le dijo don Andrés muy serio y en tono solemne, según nos contaba─  yo he traído esta noche, pensando en ti, cerca de ochocientas pesetas y te las voy a dar para el billete y para que te sobre algo, pero con una condición, y es que te vayas para Granada de una vez y si vuelves no quiero volver a verte más por aquí pidiendo a la hora que yo pase. ¿Estamos?…
─Sí, sí, padre…, lo prometo de verdad ─respondió el hombre.
─¿De acuerdo?, bueno hijo, pues que el Señor te acompañe y te ayude en todo lo que necesites, ─le dijo dándole el dinero.
─ Que er Señó se lo pague pa siempre, padre ─le respondió.
El caso es ─nos dijo don Andrés─ que no sé si se fue a Granada o no, pero yo nunca más lo he vuelto a ver allí… 
Don Andrés ─le dijimos─ eso realmente era un sablazo diario con susto, una especie de asalto.
No ─respondió─ yo creo que no era un mal hombre…
 
Casi tal y como lo  contó, así os lo cuento. 
Y don Andrés se despedía diciendo: No se os olvide de rezarle mucho a la Virgen de la Esperanza.

Notas:

(1)  BEDOYA, Juan G.,  Pablo VI  el Pontífice que enfureció a Franco. Diario El País, 19-10-2014

(2)  L’Obsservatore Romano, 9-10-2011

(3)  BEDOYA, Juan G., art. cit.

(4)  Fueron incendiados y se perdieron totalmente con sus enseres las iglesias de San Roque, San Sebastián, Santiago, San Pedro, San José, San Antonio, Virgen del Mar, San Juan y lar ermitas de San Juan Bautista, Montserrat, San Antonio de los Molinos, San Antón y San Cristóbal, monasterios de San Blas junto a la Rambla de Belén, y el de Santa Clara. Se salvaron el monasterio de las Puras al ser convertido en cuartel de la Guardia de Asalto, el colegio de La Salle al ser cuartel de Milicias y las Adoratrices al ser convertido en prisión y la iglesia de San Agustín de los P.P. Franciscanos al ser convertida en piscina pública.

Bibliografía:

LLEBRÉS MOTOS, José Antonio et al. (2004). «En recuerdo del buen padre don Andrés Pérez Molina», en Boletín de Oración y Esperanza. Almería, Cofradía de Estudiantes.

LÓPEZ MARTÍN, Juan (1999). La Iglesia de Almería y sus obispos. Tomo II. Almería. Ed. Instituto de Estudios Almerienses – Caja Rural – Unicaja.

LÓPEZ MARTÍN, Juan (2015). Galería de Ilustres Sacerdotes Almerienses. Almería, Diputación de Almería.

RUIZ LÓPEZ, María et al. (2006), Diccionario Bibliográfico de Almería. Almería, IEA y Fundación Cajamar.

SALMERÓN GIL, Antonio et al. (1997), Cincuenta Aniversario Fundacional de la Cofradía de Estudiantes 1944 – 1994.  Almería, Cofradía de Estudiantes.

Archivos fotográficos:

Archivo Cofradía de Estudiantes de Almería.
Archivo Manuel Martínez Ramírez.
Archivo Antonio J. Artero Delgado.

(*) Este artículo de José Antonio Llebrés Motos fue publicado originalmente en 2016 en la Revista Velezana nº 34 y un año después fue incluido en la Revista Anuario de Cuaresma y Semana Santa 2017 de la Hermandad de Estudiantes.

(**) Entrañable recuerdo que publiqué en el boletín Oración y Esperanza de la Cofradía de Estudiantes, en el año 2004, unos meses después de su muerte.