Hoy se cumple el 50 aniversario de la muerte de Antonio Castillo Lastrucci

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El 29 de noviembre de 1967 fallecía en Sevilla Antonio Castillo Lastrucci, el artista que «reinventó» la Semana Santa tras la Guerra Civil, el imaginero que con 68 años, en plena madurez artística, dió forma y nos dejó a Ntra. Sra. del Amor y la Esperanza. 

El pasado sábado 18, la Hermandad quiso tener un especial recuerdo con D. Antonio durante la misa de noviembre, dedicada al eterno descanso de nuestros difuntos. 
Hoy lo recordamos con esta breve reseña biográfica. 

El Padre de la Esperanza

Por José Francisco Siles Cantón*

Este año se cumple el 50 aniversario del fallecimiento del escultor sevillano Antonio Castillo Lastrucci (1878-1967). Por dicho motivo, parece adecuado plantear un repaso de la personalidad artística y la trascendencia de este imaginero, uno de los más prolíficos y de mayor éxito del siglo XX.

En 1882 nace en la capital hispalense Antonio Castillo Lastrucci, fue el más afamado y fecundo de los imagineros sevillanos del siglo XX. Fue discípulo del escultor Antonio Susillo Fernández, cuyo taller estaba frente a donde vivía el futuro alumno, y al que asistía gracias a que un sobrino del escultor le llevaba para hacer figuritas de terracota. Era tal la destreza que tenía el futuro maestro, que Susillo le dedicó más atención a su propio familiar. Estudió en la Escuela Provincial de Bellas Artes de Sevilla. Sus dotes como escultor le hace ganar varios premios hasta que en 1915 la Diputación Provincial de Sevilla le concede una beca para estudiar en los museos de París y Roma. Instaló taller propio en 1923, en el número 52 de la calle San Vicente, y se dedica de lleno a realizar imágenes procesionales. Las Hermandades de Sevilla, Andalucía y otras regiones y ciudades españolas, así como extranjeras, le solicitan todo tipo de figuras.

En su primera etapa, como escultor, instala un pequeño taller en la industria sombrerera de su padre, donde abarca todo tipo de géneros y técnicas con una intensa actividad.(relieves, bustos, grupos escultóricos, y toros ).

Sus primeras obras tuvieron carácter profano, entre las que destaca el monumento conmemorativo que realizó a las Cortes de Cádiz en 1915, obteniendo un gran prestigio por aquella creación.

Poco después monta una academia de escultura (la primera que se crea) en un inmueble junto al Templo de San Lorenzo. Esta empresa le duró poco más de año y medio debido a la escasez de recursos económicos.

Su producción religiosa comenzó en el momento en que instala su taller, con el encargo de las imágenes titulares de la Hermandad del Dulce Nombre de Sevilla en 1922. El éxito que obtuvo tras la realización de dichas tallas lanzó su obra y supuso un ascenso considerable en la imaginería religiosa de la capital andaluza, y posteriormente se extendió a otras ciudades.

Está considerado uno de los más grandes escultores imagineros del siglo XX, sobre todo en Sevilla al ser de los que más imágenes realiza para su Semana Santa. Importante fue su aportación artística tras el conflicto de la Guerra Civil Española, dado que se dedica de lleno a realizar imágenes procesionales, la mayoría para restituir imágenes destruidas durante los sucesos de la Segunda República y la Guerra, para hermandades de Sevilla, Andalucía y otras regiones y ciudades españolas.

El profesor Palomero Páramo consideró el taller de Castillo como “el taller de imaginería más importante que jamás se haya recordado en la historia del arte sevillano”. Ante la desmedida demanda de obras religiosas, el artista tuvo que reclamar la ayuda de numerosos colaboradores, entre los que podemos contar tanto escultores como policromadores, entalladores y doradores que asistían al imaginero a la hora de cumplir sus compromisos con una clientela que se extiende ya no solo a las provincias andaluzas, sino también por el resto de España y varios países de Latinoamérica.

Entre su amplia producción religiosa, podemos contar más de 450 imágenes realizadas con sus manos. Desde el punto de vista escultórico, hay que destacar la alta calidad de sus representaciones escenográficas en los misterios sevillanos que se manifiesta tanto en la concepción teatral del simulacro como en la conexión entre las distintas figuras del conjunto.

Algunos de sus discípulos fueron sus propios hijos Manuel y Antonio, además de José Ovando Merino, Antonio Eslava Rubio, Rafael Barbero Medina y José Pérez Delgado.
En el año 1963 le fue concedida la Orden de Alfonso X el Sabio, en 1966 le honran con nombrar una calle sevillana con el nombre de Imaginero Castillo Lastrucci, tras su fallecimiento le fue concedida la Medalla al Mérito al Trabajo.

Su fallecimiento se produce por insuficiencia cardíaca en 1967. Enterrado inicialmente en el cementerio de San Fernando de Sevilla, en 1995 el Ayuntamiento traslada sus restos a un monumento en la parroquia de San Julián de Sevilla, a los pies del grupo escultórico de la Piedad, una de sus obras más queridas.

A día de hoy, tenemos la suerte de contar con una de sus obras, la Stma. Virgen del Amor y la Esperanza (1946), como titular de la Hermandad. Una bella imagen que encarna el concepto de belleza castiza, juvenil y mediterránea instaurado por el imaginero sevillano, de ojos, cabello y carnaciones oscuras, que insiste en aniñar las facciones de María. Según el contrato, firmado en Sevilla el 14 de enero de 1946, la imagen costó 3.000 pesetas, dando a cuenta el día de la firma del contrato 1.000 pesetas y acordándose que se pagaría el resto al entregar la imagen completamente terminada en el domicilio y taller de Castillo Lastrucci. La imagen fuebendecida el 13 de abril de 1946 en la S. y A.I. Catedral de Almería, y procesionó por primera vez el Jueves Santo, día 18 de abril de 1946.

(*) Este artículo de José Francisco Siles fue publicado en la Revista Anuario de Cuaresma y Semana Santa 2017 de la Hermandad de Estudiantes. 

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